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PECADILLOS DE PSICÓLOGOS

Sobre la traducción de  una fantasía presente con cierta recurrencia en la vida de Rollo May, el psicoanalista y psicólogo humanista  de Ohio,  comentada en su libro "Psychology and the Human Dilemma", plantearé de manera muy general como la psicología ha venido saliendo de un reduccionismo cientificista, para aventurarse a ahondar en las profundidades de la conciencia, partiendo del legado de las grandes mentes que se atrevieron a  investigarla, hasta  perspectivas que engloban la totalidad del espectro de la condición humana, a través de los distintos medios de conocimiento provenientes del ámbito de la carne, de la mente y del espíritu, que corresponden a los dominios sensorial, mental y espiritual. 
Esta es la fantasía de May: Un psicólogo llega a las puertas del cielo al final de una vida larga y productiva. Es llevado ante la presencia de San Pedro para la acostumbrada rendición de cuentas. San Pedro está sentado  de forma relajada tras su escritorio con una mirada profunda como la de Moisés de Miguel Ángel.  Un ángel asistente vestido con una túnica blanca deja caer sobre el escritorio un folder de manila. San Pedro dirige la  mirada  al sobre frunciendo  el ceño mientras lo abre. Ante el rostro formidable del Santo, el psicólogo toma su maletín y se aproxima con un coraje digno de elogio. El fruncido del ceño del Santo se hace más profundo. Golpea con sus dedos el escritorio y con gruñidos no directivos de "uhum-uhum mira detenidamente al candidato con sus ojos de Moisés. El silencio es desconcertante. Finalmente, el psicólogo abre su maletín y exclama: "Aquí le presento las reimpresiones de mis ciento treinta y dos artículos". San Pedro sacude su cabeza lentamente. Esculcando en lo profundo de su maletín el psicólogo le dice: "permítame presentarle las medallas que he recibido por mis logros científicos". El fruncido del ceño de San Pedro se acentúa en la medida que dirige su mirada fijamente a la cara del psicólogo. Finalmente, San Pedro habla: "Me doy cuenta mi buen hombre lo aplicado que usted  ha sido. No es por desaplicado  que lo acuso, ni por su comportamiento científico". Cayendo de nuevo en un profundo silencio desconcertante, las espesas cejas del Santo adquieren un ángulo aún mas sombrío. "Bueno, admite el psicólogo con un arrojo de franqueza, si, he alterado un poco los datos de la investigación de mi doctorado". Pero la expresión de San Pedro no parece aplacarse. No, dice el Santo, tomando el Formato 1A de su dossier, no hay inmoralidad en sus documentos. Usted es tan ético como cualquiera otra persona. Yo no lo acuso por ser conductista, místico, funcionalista, existencialista o Rogeriano. No, estos son pecados menores. Seguidamente, San Pedro da un golpe que retumba en toda su mesa y su tono ahora es como el de Moisés dando las buenas nuevas de los Diez Mandamientos: "Se le acusa de nimis simplicandum, es decir, excesiva simplificación". Usted ha pasado toda su vida haciendo de las madrigueras montañas, es por esto que lo culpo. Vio con trivialidad la tragedia humana. Si alguien exhibía algo picaresco, usted lo llamó baladí Si alguien sufría pasivamente usted lo veía como tonto, o cuando alguien se erguía de valor para actuar usted lo llamaba reacción estímulo - respuesta. Es decir, usted concibió al hombre como un juego de mecano o como un recetario de máximas, ambas igualmente horrendas. En resumen, lo mandamos a la tierra por setenta y dos años a un circo Dantiano y usted paso días y noches haciendo un papel de segundón,  ¡nimis simplicandum!. ¿Se declara usted culpable o inocente? "Oh culpable, su majestad celestial" tartamudea el psicólogo. "O pensándolo bien, me declaro inocente". Pues, yo estuve tratando de estudiar al hombre de acuerdo a como se comporta. ¿No es esta la razón de ser de la psicología? El psicólogo da un paso a atrás y dice: "Su señoría, solo traté que el hombre hablara por sí mismo". Oh si, de verdad lo hizo, replica San Pedro. Y todos estos experimentos, dice el Santo,  dirigiendo su mirada al maletín abierto... He leído sus artículos en el microfilm celestial anoche antes de que usted llegara. ¿Qué me dice de estos experimentos en lo cuales el toque de gracia era hacer ensayos con sus semejantes? San  Pedro suspira y se reacomoda en su silla y dice: "Debo confesar que hay una cosa que no entiendo de ustedes los mortales. Una vez consiguen su doctorado asumen que pueden engañar a otros seres humanos todo el tiempo con su sapiencia científica. Usted no puede engañar a su perro, al instante el conoce sus pretensiones... El psicólogo trata de defenderse argumentando: "todos mis sujetos participaron voluntariamente en mis experimentos", palabras que fueron ahogadas por el tono estentóreo  de San Pedro, "Oh, no crea que no se que el animal humano tiene una enorme capacidad para pretender que es engañado y usted creyó que todos podían serlo  con excepción suya. Usted siempre asumió que quien engaña nunca puede ser engañado. ¿No le parece que  es una teoría muy poco consistente? San Pedro suspira. El psicólogo trata de abrir su boca, pero San Pedro levanta su mano y le dice: ¡Por favor, no más de su bien practicada palabrería! Se necesita algo nuevo...algo nuevo. San Pedro vuelve a su silla en actitud meditativa...
La fantasía puede tener muchos finales, dice May, pero cualquiera que sea el final que cualquiera de nosotros quiera darle, no deberíamos preguntarnos ¿qué es lo que San Pedro nos quiso decir?
Para responder el gesto meditativo de San Pedro, me apoyaré en Ken Wilber, quien a su vez inspirado en la metáfora de San Buenaventura examina las tres esferas del conocimiento: el reino de lo empírico de los sentidos, el reino racional de la mente y el reino contemplativo del espíritu, para hacernos ver como el reino racional, además de haber imperado como la única fuente de conocimiento válido, ha desechado al ojo de la carne y el de la contemplación como poco fiables. Ampliar un nuevo paradigma de conocimiento que permita salir del nimis simplificandum del reino de la razón, implica darle cabida a los tres ojos del ser humano, que corresponden a los tres dominios del ser descritos por la filosofía perenne: el ordinario (carnal y material), el sutil (mental y anímico) y el causal (trascendente y contemplativo). En este triple dominio del conocimiento, cada ojo tiene sus propios objetos de conocimiento, ningún ojo explica al otro, lo cual nos sacaría de la afirmación engañosa de decir que, lo que no se ve no existe y dar lugar  más bien a la afirmación de  que,  lo que no se ve no puede verse. Se le ha dado al ojo de la razón una sobre carga de trabajo intentando descubrir verdades empíricas y verdades contemplativas oficio para el cual no está equipado. La ciencia ha mostrado que el uso exclusivo del razonamiento es inadecuado para desvelar los hechos empíricos y el reino de la contemplación. Cuando un ojo intenta ocupar la función de cualquiera de los otros dos se  produce un error categorial. Este error, dice Wilber,  se da "en cualquier dirección, ya que el ojo de la contemplación se halla tan incapacitado para percibir los hechos de los ojos de la carne como éste para captar las verdades propias del ojo de la contemplación. La sensación, la razón y la contemplación revelan sus propias verdades en sus propios ámbitos y, cuando un ojo intenta ver a través de los otros, el resultado no puede ser otro que el de una visión borrosa". Es en el campo de la percepción transpersonal donde la rigurosidad limitante del ego de la ciencia y la academia han subvalorado o negado  este tipo de conocimiento, puesto que los datos provenientes de esta percepción no pueden ser percibidos ni racional ni empíricamente, hacerlo como se anotó arriba, es caer en un error categorial de querer explicar algo a través de un medio que no es el adecuado. Parte del proceso para llegar a la tranquila aceptación de este campo de conocimiento, significa  romper la dualidad sujeto y objeto. Hegel afirmó es "el retorno del espíritu a sí mismo en un plano superior, un nivel en el que la subjetividad y la objetividad se unifican en un acto infinito. Y complementa la idea anterior Wilber señalando que, "esta percepción trascendental aparece cuando yo no sólo soy consciente de mí mismo como individuo finito frente a otras personas finitas (sujetos) y cosas (objetos), sino cuando soy consciente de la Realidad Absoluta y Última que todo lo abarca". Los datos provenientes  de la espera trascendental, proceden de un aprendizaje jerárquico, que se da a lo largo del desarrollo humano, en el cual cada uno es meta con respecto al anterior, hasta alcanzar la aprehensión intuitiva que los hace manifiestos en la vivencia personal. Finalizando con Wilber, "el crecimiento de una persona desde la infancia hasta la madurez no es más que una versión miniaturizada  de la evolución cósmica o, como también podríamos decir, que el crecimiento o desarrollo psicológico humano  es un simple reflejo microcósmico  de un crecimiento universal global encaminado al mismo fin, el despliegue de unidades e integraciones cada vez más elevadas".¿Encontrará algo nuevo San Pedro en  esta respuesta y  estará May más tranquilo en compañía del Santo?

Comentarios

  1. ¿Qué relación tiene esto con la psicología?

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  2. Ampliar sus horizontes, sacarla del reduccionismo, para ahondar en las profundidades de la conciencia. Es a lo que apunta la psicología transpersonal.

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